SALUD INFANTIL.
Los pediatras son
médicos que se especializan en cuidar a los niños a medida que crecen y se
desarrollan desde el nacimiento hasta la adolescencia. Esta sección cubre
enfermedades y trastornos que son, principalmente, distintivos de los niños,
tales como la varicela, además de los que persisten en la adultez, como la
fibrosis quística. Algunas enfermedades y trastornos en los niños tienen
características que los definen, y que son diferentes de las que se observan en
adultos, y posiblemente el tratamiento necesario sea diferente.
Un ejemplo de
esto es la infección por el virus de la inmunodeficiencia humana. Las
enfermedades y los trastornos que afectan tanto a niños como a adultos y que se
manifiestan de manera similar (por ejemplo, dolor de garganta) se cubren
completamente en otras secciones.
REVISIONES MÉDICAS.
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Las revisiones médicas
permiten que los médicos y otros profesionales de la salud evalúen el
crecimiento físico y la maduración sexual del adolescente, además de brindarle
asesoramiento y consejo. En cada una de estas revisiones se debe supervisar la
altura, el peso y la presión arterial. El sobrepeso y la obesidad son
frecuentes en las sociedades desarrolladas y están asociados con enfermedades cardíacas
y diabetes de tipo 2 (antes denominada diabetes no insulinodependiente). El
examen de la piel para detectar acné, la evaluación del grado de maduración
sexual y el examen de la espalda para detectar escoliosis son particularmente
importantes en la adolescencia.
Las revisiones médicas
rutinarias también incluyen la supervisión de la cartilla de vacunación y la
administración de las vacunas recomendadas. También se pueden indicar pruebas
de cribado, como un análisis del nivel de colesterol en sangre para los
adolescentes obesos o con antecedentes familiares de colesterol alto. En los
casos en que hay antecedentes de exposición a la tuberculosis o en adolescentes
que han viajado a zonas del mundo donde hay prevalencia de esta enfermedad, se
debe realizar una prueba de la tuberculina (prueba de Mantoux).
La mayoría de las
revisiones rutinarias de salud incluyen entrevista de evaluación y consejo
psico-social. La entrevista de evaluación incluye preguntas relacionadas con el
entorno del hogar, logros académicos y metas, actividades y pasatiempos,
participación en conductas de riesgo y salud emocional.
CRECIMIENTO Y
DESARROLLO.
El crecimiento físico
es un aumento de tamaño. El desarrollo es el crecimiento en la función y la
capacidad. El crecimiento físico y el desarrollo dependen de una combinación de
factores, incluidos la genética, la nutrición y el entorno. El crecimiento físico
se refiere a un aumento en el tamaño del cuerpo (longitud o altura y peso) y en
el tamaño de los órganos. Desde el nacimiento hasta la edad de 1 o 2 años, los
niños crecen con mucha rapidez; pasado este tiempo, el crecimiento se
ralentiza. A medida que el crecimiento se hace más lento, los niños necesitan
menos calorías y los padres observan una disminución del apetito. Hacia los 2 años
de edad, muchos niños tienen unos hábitos alimentarios tan variables y
caprichosos que preocupan a los padres. Da la impresión de que algunos niños
siguen creciendo y desarrollándose a pesar de no comer prácticamente nada. En
realidad, si un día comen poco, al día siguiente lo compensan comiendo más.
Durante la edad
preescolar y los años escolares, el aumento de talla y de peso es constante.
Los niños tienden a crecer aproximadamente lo mismo cada año, hasta que llega
el siguiente estirón importante de crecimiento, al principio de la
adolescencia. Durante el Desarrollo
en el intervalo entre 1 y 13 años de edad, las capacidades física, intelectual
y emocional experimentan un gran desarrollo. Los niños, que apenas se tambalean
al inicio de este periodo, llegan a correr, saltar y jugar a deportes
organizados. A la edad de 1 año, la mayoría de los niños pronuncian solo alguna
palabra identificable. A los 10 años de vida, la mayoría de los niños pueden
escribir narraciones sobre libros y usar computadoras. Sin embargo, el ritmo de
desarrollo intelectual, emocional y de comportamiento varía considerablemente
de un bebé a otro y de un niño a otro.
El desarrollo depende en parte de:
- Herencia: ciertos patrones pueden ser de carácter hereditario, como el retraso en caminar o en hablar.
- Nutrición: una nutrición adecuada es esencial para el desarrollo.
- Entorno: por ejemplo, la falta de estimulación mental suficiente puede retardar el desarrollo, mientras que la estimulación adecuada puede acelerar el desarrollo.
- Problemas físicos en el niño: por ejemplo, la sordera puede retrasar el desarrollo del lenguaje.
NOTA: La mayoría de los
niños en edad preescolar reciben cuidados fuera del hogar. Este tipo de cuidados puede proporcionar beneficios:
interacción social, actividades físicas y de otro tipo, así como oportunidades
para desarrollar la independencia.
ENFERMEDADES INFANTILES.
Las enfermedades
graves, aun siendo temporales, provocan una gran ansiedad a los niños y a sus
familias. Las enfermedades crónicas, como el asma, la diabetes, los problemas
de audición o de visión, la parálisis cerebral o una discapacidad, suelen
incrementar la tensión emocional. Enfrentarse a la
enfermedad requiere enfrentarse al dolor, someterse a pruebas, tomar fármacos e
introducir cambios en la dieta y el estilo de vida. Las enfermedades crónicas
suelen afectar a la educación del niño debido a las frecuentes ausencias de la
escuela. Tanto la enfermedad como los efectos secundarios de los tratamientos
alteran la capacidad de aprendizaje del niño. A pesar de que los padres y
maestros pueden esperar un menor rendimiento académico de los niños enfermos,
es importante para ellos mantener los retos y los estímulos necesarios para dar
lo mejor de sí mismos.
La enfermedad y la
hospitalización privan a los niños de la oportunidad de jugar con otros niños.
Los demás niños pueden incluso rechazar al niño enfermo o burlarse de él debido
a las diferencias físicas y a las limitaciones que padece. A veces los niños se
acomplejan por las alteraciones corporales producidas por su enfermedad,
particularmente cuando los cambios no son de nacimiento sino que se presentan
durante la infancia o la adolescencia. Los padres y los miembros de la familia
a veces protegen al niño en exceso e inhiben su independencia. La enfermedad crónica
de un niño provoca en sus padres enormes cargas psicológicas, financieras y
emocionales. A veces, los padres se unen más al trabajar juntos para superar
estas cargas. Sin embargo, a menudo las cargas pueden dañar la relación. Los
padres se sienten a veces culpables de la enfermedad, sobre todo si es
genética, si es resultado de complicaciones durante el embarazo o si fue
causada por un accidente (como la colisión de un vehículo) o por un
comportamiento de uno de los progenitores (como el hábito de fumar). Además,
los cuidados médicos pueden ser costosos y obligan a un cierto absentismo
laboral de los padres. A veces, uno de los progenitores asume la carga de los
cuidados, lo cual puede provocar resentimientos por parte del que asume la
carga o sentimientos de aislamiento en el otro progenitor. Los padres pueden
sentirse enojados con los cuidadores médicos o profesionales, consigo mismos,
con el otro miembro de la pareja o con el propio niño. En ocasiones también
niegan la gravedad del trastorno de su hijo. La tensión emocional que implica
proporcionar los cuidados también dificulta un acercamiento profundo al niño
incapacitado o gravemente enfermo.
Los padres que pasan
mucho tiempo con un hijo enfermo suelen dedicar menos tiempo a los demás hijos.
Los hermanos se resienten por el exceso de atención que recibe el niño enfermo
y luego se sienten culpables por tener esta sensación. El niño enfermo se
siente culpable por el sufrimiento o la molestia que causa a su familia. Los
padres son a veces demasiado indulgentes con el niño enfermo o aplican una
disciplina inconstante, particularmente si los síntomas aparecen y desaparecen.
La hospitalización es
un suceso espantoso para los niños incluso en las mejores circunstancias, y
debe evitarse en la medida de lo posible. Si es imprescindible, debe ser lo más
breve posible, preferiblemente en una parte del hospital reservada
exclusivamente a los niños. En la mayoría de los hospitales, se alienta a los
padres a quedarse con los niños, incluso durante momentos dolorosos o
procedimientos que producen temor. A pesar de la presencia de los padres, los
niños pueden hacerse más dependientes (regresión) mientras están en el
hospital. Aunque la enfermedad
del niño es siempre estresante para toda la familia, existen varios pasos que
ayudan a los padres a reducir el impacto. Los padres deben aprender tanto como
sea posible sobre la enfermedad del niño a partir de fuentes fiables, como los
médicos que tratan al niño y recursos médicos de confianza. La información
obtenida a través de algunas fuentes de internet no siempre es precisa, y los
padres deben verificarla con el médico. Este puede remitir a los padres a un
grupo de apoyo o a otra familia que haya afrontado situaciones similares y que
puede proporcionar información y apoyo emocional.
10 ENFERMEDADES MÁS
COMUNES EN LACTANTES.
1. Cólera: Es
una enfermedad producida por una bacteria, el vibrio-choleroe. Se adquiere por
ingestión de agua o de alimentos (fruta, verdura, pescados, mariscos, etc.)
contaminados por la bacteria. También, puede contraerse por falta de higiene
personal, el inadecuado manejo del agua y de los alimentos y las precarias
condiciones sanitarias. Sus síntomas más comunes son: vómitos, diarreas,
fiebre, dolores abdominales y fuertes deshidrataciones.
2. Difteria: Es
una enfermedad infectocontagiosa grave que se localiza en las mucosas,
especialmente en la faringe. El contagio se presenta a través de la saliva y
por los trozos de membranas que despide el enfermo al hablar, toser o
estornudar. Sus síntomas más frecuentes son: fiebre, ganglios inflamados, piel
pálida, problemas cardiacos, dolor de
garganta que evoluciona en forma de angina y la formación de las falsas
membranas típicas de color grisáceo o amarillento.
3. Escarlatina:
Es una enfermedad trasmitida por contagio, generalmente por vía respiratoria,
que se presenta con mayor frecuencia en niños en edad escolar de 2 a 10 años de
edad. Sus síntomas más comunes son:
escalofríos, piel caliente y pulso rápido debido a la gran temperatura del
niño. Este estado se prolonga por espacio de uno o dos días, cuando al fin se
produce la erupción. Primero toma las axilas y luego el cuello, la ingle y los
pliegues del codo y la cara. También, la
lengua aparece hinchada y enrojecida y las amígdalas presentan un exudado
cremoso.
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4. Fiebre tifoidea:
Es una enfermedad aguda generalizada que afecta al sistema linfático. Luego de
un periodo de incubación de por lo menos 10 a 15 días, la enfermedad comienza
con malestar, cefalea, anorexia y estreñimiento y en algunos casos diarrea. Sus
síntomas más frecuentes son: náuseas, vómitos, dolores abdominales, bronquits,
neumonía, nefritis, entre otros.
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5. Gripe o influenza:
Enfermedad muy contagiosa que se difunde con rapidez. Es viral y su contacto puede ser directo, a través de
la saliva y de las partículas de secreciones nasales o bucales que el niño
arroja al hablar, toser o estornudar. Sus síntomas más frecuentes son: fiebre
alta, escalofríos, dolores de espalda y miembros, agotamiento, resfrío y
bronquitis, dolor de garganta.
6. Hepatitis: La
hepatitis es una inflamación del hígado causada por múltiples factores. Puede ser de dos clases: de tipo A y B:
- Hepatitis tipo A: Se contagia por vía fecal u oral o por algún contacto con productos sanguíneos, agua y alimentos contaminados. Este tipo de hepatitis está causado por el virus de la hepatitis A (VHA), que se encuentra en las heces de las personas infectadas. Sus síntomas más comunes son: ataque abrupto de fiebre, fatiga, inapetencia, náuseas, dolor de estómago, orina de color oscuro e ictericia (color amarillento de la piel y en el blanco del ojo).
- Hepatitis tipo B: La hepatitis B (también llamada hepatitis sérica) está causada por el virus de la hepatitis B (VHB). Se transmite por transfusión de sangre o productos sanguíneos, inoculación de drogas, alguna diseminación de líquidos orgánicos de personas infectadas.
7. Meningitis:
Es la inflamación de las membranas (meninges) que recubren al cerebro. Se
produce por la invasión de gérmenes (virus o bacterias) que ingresan al
organismo a través de las vías respiratorias. Los gérmenes se transmiten a
través de la mucosidad y la saliva, directamente de persona a persona o por
medio de objetos contaminados llevados a la boca. Los síntomas son distintos según la edad del
afectado. Desde el nacimiento hasta los 2 años los síntomas más comunes son:
fiebre, vómitos , decaimiento, irritabilidad, llanto continuo y baja repuesta a
los estímulos habituales y a partir de los 2 años: fiebre superior a los 38, 5°
C, escalofríos, dolor de cabeza intenso que aumenta con el estímulo de la luz,
decaimiento, náuseas y vómitos; convulsiones y desmayo. A veces aparecen pequeñas
manchas rojas en el cuerpo.
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8. Sarampión: Es
una enfermedad causada por un virus y que se adquiere o contagia por vía conjuntival
y faríngea, de persona a persona y a través de gotas de secreción del enfermo
al toser, hablar o estornudar. La cara, el tronco y los miembros del niño se
cubren de pequeñas manchas rojizas sobre elevadas, que desaparecen con la
descamación al cabo de 7 días. Los síntomas son: fiebre elevada, tos y
sensibilidad a la luz, dolor muscular y de garganta, entre otros.
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9. Otitis: La
otitis es una inflamación del oído medio (espacio detrás del tímpano), muy
frecuente durante la infancia, principalmente en los niños menores de 3 años de
edad. La infección del oído medio produce un cúmulo de pus y fluidos, que
presiona sobre el tímpano ocasionando dolor y pérdida de audición. Sus síntomas
más frecuentes son: dolor intenso, cambios en el apetito o en el sueño,
agitación e irritabilidad, supuración en los oídos, dificultad para escuchar correctamente,
náuseas y fiebre.
10. Varicela:
Esta enfermedad es causada por un virus del grupo herpes llamado
Varicela-zoster. La varicela en niños y bebés se caracteriza por fiebre y la
aparición de erupciones en la piel. El primer síntoma es un brote con vesículas
o ampollas en toda la piel: cuero cabelludo y lesiones en la boca. En general,
suele causar picores, fiebre alta, cefalea, náuseas, vómitos y pérdida de
apetito.
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